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La franquicia es un modelo de negocio que en España tiene una implantación bastante inferior a países de nuestro entorno. Es una forma de organización empresarial a priori interesante para el franquiciador que tiene un buen producto o servicio y experiencia en su producción y para el franquiciado, pequeño empresario que decide unirse a la marca y trabajar a modo de delegación.
El franquiciador se beneficia del conocimiento y de la marca, a cambio de pagar una cantidad inicial en concepto de canon de entrada y, a veces, unos pagos periódicos o royalties. El pequeño emprendedor también asume el riesgo del negocio, ya que los gastos del local, empleados y demás van a su cuenta. Uno podría pensar que estas estructuras empresariales deberían haber aguantado mejor la crisis económica que los empresarios individuales. No ha sido así para las franquicias relacionadas con el sector inmobiliario.
La normativa define la actividad comercial en régimen de franquicia de la siguiente forma:
...aquella que se realiza en virtud del contrato por el cual una empresa, el franquiciador, cede a otra, el franquiciado, en un mercado determinado, a cambio de una contraprestación financiera directa, indirecta o ambas, el derecho a la explotación de una franquicia, sobre un negocio o actividad mercantil que el primero venga desarrollando anteriormente con suficiente experiencia y éxito, para comercializar determinados tipos de productos o servicios…
Además se exigen unos mínimos en cuanto a la aportación del franquiciador a sus franquiciados, a saber:
Una denominación y un rótulo común (u otros derecho intelectual o industrial) y una presentación uniforme de los locales o medios de transporte. Es la base de una franquicia, una imagen común entre todos los integrantes de la red.
Aportar al franquiciado un know-how (conocimientos técnicos y saber hacer) propio, sustancial y singular. Se trata de que la experiencia del franquiciado se trasmita a sus colaboradores, para que el servicio sea homogéneo y diferenciado de otros negocios similares.
Prestación continua de un servicio de asistencia comercial y/o técnica a los franquiciados durante la vigencia del contrato de franquicia.
Una parte de mi experiencia profesional la he vivido trabajando para una franquicia de servicios de intermediación financiera y dando soporte a redes de inmobiliarias, por lo que creo poder aportar una visión práctica de la razón que las franquicias de este sector se hayan venido abajo a igual o mayor ritmo que los negocios particulares.
La franquicia es una gran forma de ampliar el negocio a coste reducido para el franquiciador y un modo de empezar a trabajar rápidamente para los franquiciados. Aporta la marca y elementos decorativos del local, la infraestructura tecnológica necesaria y el conocimiento comercial adquirido. En teoría las franquicias inmobiliarias deberían aguantar las crisis del mercado mejor que las pequeñas inmobiliarias.
El problema no es la teoría, es la práctica. No digo que todas las franquicias del sector lo hayan hecho mal, los problemas que mencionaré parten de la forma de trabajo que yo he visto, que me temo podría hacerse extensible a gran parte de las franquicias inmobiliarias pero no lo afirmo rotundamente.
Se supone que una franquicia debe ser uniforme en su imagen y en su producto. No basta con tener un manual de imagen corporativa y decorar los locales de la misma forma. ¿Acaso el servicio de intermediación inmobiliaria o financiera no requiere que en cada zona haya profesionales formados que tramiten las operaciones? Se han abierto franquicias para vender la propia franquicia, no por tener una línea de negocio propia.
En la que yo trabajé, sin ir más lejos, el propio franquiciado debía tramitar los expedientes ante las entidades financieras. Y para captar las operaciones la clave dada era: visitar inmobiliarias. ¿Realmente aportan algo este tipo de franquicias?. La realidad ha demostrado que básicamente el franquiciador vivía de vender franquicias y cobrar su canon de entrada. Hasta que las cosas se pusieron difíciles y se demostró que no tenían ningún modelo de negocio propio.
El know-how aportado era un mini curso de formación en la Central, un manual para “aprender” a tramitar préstamos hipotecarios y un manual comercial, que podría resumir en ir vestido de traje, visitar y tratar bien a las inmobiliarias para que nos dieran hipotecas de sus clientes. ¿Para eso hace falta pagar miles de euros?
Pensemos ahora en su asistencia técnica y comercial continua a los franquiciados. El sistema informático común era tan básico que decidimos utilizar nuestros propios medios. Y eso si, si llamábamos a la Central nos cogían el teléfono; otra cosa es que pudiéramos hablar con el responsable del área.
La conclusión a por qué la mayoría de las franquicias inmobiliarias no han aguantado mejor la crisis es sencilla: en realidad, muchas no eran franquicias en la práctica. La franquicia es una forma jurídica de organización empresarial muy útil, siempre y cuando el franquiciador lo que quiera es hacer crecer su firma, no venderla para ganar dinero.
Pau A. Monserrat, editor de Futur Finances
Estoy de acuerdo.